HISTORIA DE BORIS Y ASESINO DE UN OJO
Aetheria, la ciudad suspendida sobre las nubes, había sido un símbolo de perfección. Sus torres brillaban bajo el sol, y los habitantes caminaban por las calles flotantes como si el cielo mismo fuera un lugar seguro y divino. Sin embargo, en el último mes, un oscuro velo había caído sobre este paraíso. Diez cuerpos mutilados, cada uno con dos apuñaladas en la espalda y su ojo derecho arrancado, se habían encontrado en rincones sombríos de la ciudad. El pánico se apoderaba de los ciudadanos, y las autoridades estaban desesperadas. Nadie sabía quién estaba detrás de estos crímenes, ni por qué el ojo derecho parecía ser el único objetivo.
El "Asesino de un Ojo" era la única pista que tenían. Algunos lo describían como una sombra encapuchada que se deslizaba entre las brumas de Aetheria, otros como un espectro que solo dejaba el rastro de sus víctimas. Pero Boris Sneil, un investigador de renombre con casos resueltos en todos los reinos de Roglamor, sabía que todo asesino, incluso el más elusivo, tenía un motivo. Y el suyo parecía ser la venganza.
Boris llegó a Aetheria en un barco aéreo, mirando por la ventana como la ciudad flotante se desplegaba ante él. No era la primera vez que visitaba el reino de las nubes, pero nunca había visto el cielo tan gris. Algo pesado colgaba sobre la ciudad. A medida que caminaba por las calles, la gente lo miraba con nerviosismo. El terror estaba en el aire, y Boris no necesitaba ser un experto para sentirlo. Algo había quebrado el equilibrio de Aetheria, y el asesino, con su furia ciega, era solo un síntoma de un mal mucho mayor.
El Capitán de la Guardia lo esperaba en la sede de la Policía, una torre de mármol y cristal que sobresalía entre las nubes. Estaba pálido, como si el peso de los últimos días lo hubiera envejecido años. Su rostro marcado por las noches sin dormir mostraba la desesperación de alguien que no sabe cómo proteger su hogar.
—"Diez muertos, Boris. Todos con el mismo patrón", le dijo el capitán mientras les ofrecía asiento en una sala austera, apenas iluminada por las lámparas flotantes. "No hemos tenido pistas, ni testigos confiables. Solo rumores de un hombre encapuchado con una máscara. Y esa maldita forma en que les quitan el ojo..." El capitán no podía ocultar su ansiedad, y sus palabras parecían llenas de impotencia.
Boris, con su experiencia, reconoció la emoción detrás de las palabras. El miedo se había apoderado de la ciudad, y el capitán no estaba dispuesto a admitir que la Guardia ya había fallado.
—"Lo primero que quiero saber," dijo Boris con calma, mientras tomaba un pequeño cuaderno y comenzaba a escribir. "¿Quiénes eran las víctimas?"
El capitán vaciló antes de contestar, como si temiera dar una respuesta que lo hundiera aún más.
—"Miembros de una... organización antigua. La Orden de los Veedores. No sabemos mucho, pero son poderosos. Incluso se han mantenido fuera de los registros oficiales."
Boris frunció el ceño al escuchar ese nombre. La Orden de los Veedores era legendaria, pero no en el buen sentido. Se decía que habían sido unos guardianes sabios, pero también que se habían corrompido por el poder y los secretos oscuros que custodiaban. Ahora, con diez muertes a sus espaldas, parecía que la ciudad tenía mucho que esconder.
—"Poderosos," murmuró Boris. "Eso siempre es un problema. Vamos a investigar." Se levantó de la silla y salió del edificio sin esperar respuesta.
Durante días, Boris profundizó en las pistas. Viajó a los rincones más oscuros de Aetheria, donde las sombras parecían más largas y los secretos más profundos. En una biblioteca oculta, encontró un antiguo registro que relataba la historia de la Orden de los Veedores. Había sucedido algo oscuro en el pasado. Muchos años atrás, uno de los miembros más prominentes de la Orden, conocido como el Ojo Perdido, había sido torturado y despojado de su ojo derecho en un ritual extraño. Se le había dejado morir, pero en su lugar, había sobrevivido. El hombre, consumido por el dolor y la humillación, se convirtió en algo más que un hombre: se convirtió en un monstruo impulsado por la venganza. Su vida se había convertido en un infierno de sufrimiento, hasta que la Orden había desaparecido en el olvido.
Ahora, Boris entendió. El "Asesino de un Ojo" no era un simple criminal. Era alguien que había sido destrozado por aquellos que ahora cazaba, devolviendo el mismo sufrimiento que le infligieron. Pero, ¿quién era él? ¿Qué lo había empujado hasta este punto?
Una noche, Boris siguió el rastro del asesino hasta un viejo palacio abandonado en las nubes. La niebla envolvía la estructura, dando al lugar una sensación de desolación. Sabía que estaba cerca. El líder de la Orden de los Veedores, la última víctima, estaba allí. El palacio estaba vacío, pero algo en el aire le decía que la confrontación final estaba a punto de ocurrir.
Dentro de las sombras, vio al "Asesino de un Ojo" por primera vez. Su figura era alta y oscura, y llevaba una capa que parecía absorber la luz. El hombre, con una máscara que solo dejaba ver su único ojo visible, observaba al líder atado al suelo. Sus movimientos eran fríos, calculados, y la rabia se palpaba en el aire.
—"Todo termina aquí", dijo el asesino, su voz rasposa como si estuviera hablando desde lo más profundo de un abismo. El cuchillo en su mano brillaba con una luz macabra. "Este es el final para ti."
Boris dio un paso adelante, sin dudar. Había llegado al momento decisivo. Aunque la situación era peligrosa, no podía permitir que la venganza consumiera más vidas.
—"No tienes que hacer esto", dijo con voz firme. "Sé lo que te hicieron. Sé lo que sufriste. Pero esto no te dará paz."
El asesino se giró lentamente hacia él. Su único ojo visible brillaba con una furia antigua. El odio se reflejaba en su mirada, pero también una profunda tristeza, como si su alma estuviera atrapada en una tormenta que nunca cesaba.
—"¿Paz?" La palabra salió como una burla amarga. "Me arrancaron el ojo, me dejaron morir. Me lo quitaron todo. Ahora ellos pagarán."
—"¿Pagarán?" Boris dio un paso más cerca. "Ellos ya han pagado, en su manera. ¿Vas a seguir matando? ¿Eso realmente te traerá lo que buscas?"
El asesino apretó el cuchillo, su respiración se aceleró. Boris se detuvo frente a él, mirando su rostro con calma.
—"Tienes que entender, no es matarlos lo que te hará libre. Lo que necesitas es detener este ciclo. Este odio no te pertenece. No es tu venganza lo que buscas, es tu propia salvación. No puedes continuar este camino."
El asesino tembló, y por un momento, Boris pensó que había perdido. Pero el cuchillo comenzó a bajar lentamente.
—"¿Qué quieres que haga?" La voz del asesino estaba quebrada por el dolor. "¿Dejarlo vivir? ¿Dejar que siga controlando todo desde las sombras, como si nada hubiera pasado?"
Boris permaneció en silencio un momento. Sabía lo difícil que debía ser. Sabía lo que el asesino había vivido. Pero también sabía que lo que estaba haciendo, lo que Boris le proponía, era mucho más devastador que la muerte.
—"No. Lo desenmascararemos. Lo expondremos ante todo Aetheria. Revelaremos la verdad. Que todos sepan lo que hizo. Eso será más destructivo que cualquier cuchillo. Eso lo destruirá para siempre."
El asesino titubeó, su mirada vacilante entre la furia y el cansancio. Finalmente, el cuchillo cayó al suelo con un ruido metálico que resonó por el palacio. El asesino se desplomó de rodillas, derrotado, y murmuró:
—"Hazlo. Revela todo."
Días después, Boris cumplió su promesa. Los crímenes de la Orden de los Veedores fueron expuestos ante el pueblo de Aetheria. La ciudad, que había vivido bajo la sombra de la corrupción, vio por primera vez la verdad en toda su fealdad. Los ojos del reino se abrieron a la oscuridad que había gobernado en secreto. El líder de la Orden fue encarcelado, y la Orden misma fue destruida. Las víctimas del "Asesino de un Ojo" fueron recordadas, y la justicia finalmente prevaleció.
El asesino desapareció, como una sombra que se disolvía en la neblina.
Algunos aseguraban haberlo visto de nuevo en los callejones de Aetheria, vagando con su único ojo visible, mientras otros decían que su presencia ya no era más que una leyenda que perduraba en las sombras de la ciudad. Nadie sabía realmente si el asesino había encontrado lo que buscaba o si había desaparecido para siempre. Sin embargo, su historia ya había quedado grabada en la memoria colectiva de los habitantes de Aetheria, una advertencia sobre los peligros de la venganza y el precio que se paga por ella.
Boris Sneil, por su parte, había regresado a su hogar, con una sensación agridulce. Había resuelto el caso, pero el precio había sido alto. La justicia había prevalecido, sí, pero la cicatriz de ese odio imparable seguiría siendo una mancha en la historia de Aetheria. La ciudad nunca volvería a ser la misma.
En sus últimos días en Aetheria, Boris visitó el lugar donde todo había comenzado, el palacio abandonado entre las nubes. Las paredes, ahora desmoronadas y cubiertas de musgo, seguían albergando ecos de lo que alguna vez ocurrió allí. Miró al horizonte, donde las nubes chocaban y formaban figuras extrañas, como si fueran testigos mudos de una tragedia que nunca se desvanecería por completo.
—"La justicia no siempre es clara", murmuró para sí mismo, recordando el rostro del asesino, su mirada vacía y llena de dolor. "A veces, lo que es justo para unos, no lo es para otros. Pero hacer lo correcto... eso es lo único que realmente importa."
El viento aullaba alrededor de la torre caída, como una última advertencia del pasado. Pero Boris ya había hecho su parte. La verdad había sido revelada, y la paz, aunque frágil, finalmente había llegado a Aetheria. Sin embargo, el precio de esa paz fue el de la memoria, que nunca olvidaría al hombre que una vez caminó como una sombra con un solo ojo, persiguiendo un sueño de venganza que nunca pudo cumplir.
Y en algún rincón de Aetheria, más allá de las nubes y las sombras, la leyenda del "Asesino de un Ojo" seguiría siendo contada. Pero esta vez, no como un monstruo, sino como un hombre roto, que buscó justicia donde ya no quedaba esperanza.